Supervisar la transparencia es posible

En 2017, The Economist publicó un artículo titulado ‘The world’s most valuable resource is no longer oil, but data’. Los datos, más que nunca, se han convertido en un material muy valioso para las empresas privadas y también para las administraciones públicas.

La información siempre ha estado ahí, siempre ha sido un activo importante, pero la facilidad que hay hoy en día para disponer de nuestros datos, unido a la tecnología que existe para el tratamiento de los mismos, es lo que hace indispensable conocer qué se hace con ellos.

En definitiva, ¿para qué sirven nuestros datos personales, pero también, nuestros movimientos comerciales, bancarios, financieros, nuestros datos sobre salud, ocio, gustos y, así, hasta un largo etcétera?

Existe, por tanto, la preocupación en la sociedad por saber quién tiene nuestros datos y qué se va a hacer con ellos, sobre todo porque el interés por nuestros datos no va a desaparecer, sino que, al contrario, va a ir en aumento, hasta convertirse en uno de los pilares para el funcionamiento de cualquier organización.

El valor de la información en el siglo XXI

Los datos para una organización y para una administración pública suponen una fuente de información muy potente que va a influir en la toma de decisiones y en el diseño de políticas basadas en previsiones de necesidades.

Si tenemos en cuenta la extensa cantidad de datos de los ciudadanos que las administraciones públicas pueden almacenar, es evidente que son muy necesarias tecnologías y herramientas para la correcta gestión de toda esa enorme cantidad de información. Y esto conduce, necesariamente, a que tomemos consciencia de lo costoso que va a resultar este proceso y a la conveniencia de contar con socios profesionales para ayudar en este reto tan importante.

En NTT Data conocen bien los distintos sectores, también el de las administraciones públicas, y tienen experiencia a la hora de gestionar datos, identificar su valor y controlar el correcto uso de la información.

Por ello, los organismos públicos, cada vez más, están haciendo esfuerzos para impulsar estrategias que unifiquen las fuentes de procedencia de los datos. Es decir, apoyar la publicación y el intercambio de datos para que puedan ser reutilizados por otros o bien reutilizar sus propios datos con distintos fines.

En todo este proceso, la transparencia es un aspecto clave, porque todas estas herramientas digitales y aplicaciones que los organismos públicos cada vez utilizan más, y basan su funcionamiento en los datos para ofrecer mejores y más numerosos servicios a los ciudadanos, requieren garantizar la protección de datos y la privacidad para conseguir su utilización por parte de los ciudadanos.

La tecnología seleccionada para procesar toda la información debe ser segura y eficaz, pero también capaz de aportar soluciones válidas para los ciudadanos. Y esto solo se puede garantizar mejorando la transparencia de dos formas:

Por un lado, es necesario generar confianza mostrando el trabajo que se hace para que la ciudadanía pueda valorarlo.

Por otro, exige fomentar la participación ciudadana sobre los proyectos, decisiones, actividades, etc., realizando la escucha activa e implementando cercanía. Solo así se consigue mejorar la calidad de la gestión pública y profundizar en la transparencia, con la rendición de cuentas de los organismos públicos.

Tecnologías como la inteligencia artificial, el big data o el machine learning están marcando el camino de la innovación en las administraciones públicas, ya que permiten anticiparse y sacar conclusiones basadas en los datos. Esto está suponiendo una auténtica revolución en el sector público porque supone una mejora de los servicios gracias a una mayor personalización y conocimiento de lo que el ciudadano quiere y necesita.

Además, podría liberar a los funcionarios públicos de aquellas tareas repetitivas y centrarse en otras que aportan valor, construir mejores servicios en función de las necesidades de la gente, diseñar políticas basadas en evidencias e información o una mayor capacidad de respuesta ante situaciones imprevistas, como recientemente hemos vivido durante la pandemia.

Como vemos, la tecnología se ha convertido en una gran aliada para convertir los datos en información útil para las administraciones públicas, contribuyendo en una gestión más eficiente y en una mejora de los servicios y de la relación con los ciudadanos, aportando lo que estos verdaderamente necesitan.

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