Hoy volvemos a las calles para reivindicar los derechos laborales y un futuro de trabajos dignos para las generaciones que vienen y para los que han sufrido el efecto de una segunda crisis sin haber superado la primera.
Hoy, 1º de Mayo, volvemos a las calles en pequeños grupos. El covid sigue marcando nuestra vida, pero, al menos, podemos desenfundar las pancartas, como en 2019. Porque 2020 fue el año de las calles vacías y de muchos silencios, también el 1 de mayo.
Hace un año ni siquiera sabíamos si la pesadilla tendría fin. Ahora tenemos la esperanza de que esto se está acabando, aunque la profundidad de la crisis sociolaboral y económica aún no la conocemos, ni sabemos por cuántos meses o años se alargará.
De lo que sí estamos seguros es de que algunas realidades han llegado para quedarse, y hay que plantarles cara desde ya.
La pandemia nos ha aislado, nos ha obligado a individualizar muchas de nuestras rutinas. Malos tiempos para la calidad del empleo y para el sindicalismo si no nos adaptamos y llegamos a cada centro de trabajo, que hoy puede ser cada casa.
Los derechos laborales se han conquistado siempre con un adjetivo detrás: colectivo. Se firman convenios colectivos tras negociación colectiva, se logra si hay fuerza o unidad sindical, como llevamos a gala en nuestro nombre.
¿Por qué el sindicalismo parece estar más en riesgo que nunca?
¿Por qué entonces el sindicalismo parece estar más en riesgo que nunca, si nos sobran los motivos para reivindicar derechos laborales? Vergonzosas prácticas sindicales, modelos sindicales muy politizados, conveniencia de desprestigiar el trabajo real de las organizaciones, dificultades para llegar a muchos centros de trabajo, a los desempleados… No hay seguramente una sola causa, pero una evidente y de fondo es que el covid nos ha separado, nos ha individualizado.
Las grandes conquistas sindicales que pusieron los cimientos de la lucha obrera -no me voy a poner filosófico ni enciclopédico- se lograron en empresas con muchos trabajadores o sectores potentes.
Poco queda de aquellas marchas de miles de personas, aquellas huelgas que cerraban regiones enteras. Cuando un trabajador se siente solo, tiende a amedrentarse, a aguantar, a no defenderse. A coger lo que salga por lo que sea. A no jugársela, porque menos es nada.
El sindicalismo estaba también asentado en empleo mucho más estable que el actual. Los trabajadores estaban organizados, las reivindicaciones tenían un poso también temporal. Ahora, con una rotación e inestabilidad sin límite, con un contrato que renovar -o no- en unas semanas, sin apenas conocer a tus compañeros de trabajo… Miedos, o el yo me lo guiso, yo me lo como.
De esa estructura empresarial que nos trajeron las grandes revoluciones industriales de carbón y metal, apenas siguen en pie un puñado de empresas.
La estructura empresarial de nuestro país está atomizada. El porcentaje de grandes compañías no llega al 1 % del total de empresas. Las pymes suponen más del 97 %. Y, de estas, la inmensa mayoría son micropymes.
El 95% del total de empresas en España tienen menos de diez trabajadores. Esto, traducido al mundo sindical, significa que tienen derecho a uno o ningún delegado sindical que represente a su plantilla. A que no se elija siquiera.
Sin que nadie regulara, nos dejamos sorprender por nuevas formas de empleo, por plataformas de falsos autónomos y por el teletrabajo.
Además de una regulación con lagunas y unos efectos en la salud mental de los teletrabajadores que veremos a medio plazo, el teletrabajo está socavando lo colectivo. En casa, tenemos que luchar por la desconexión digital, pero contra la desconexión personal. La soledad del teletrabajador lo hace más vulnerable a los abusos empresariales. Y con menos costes, por cierto.
Cuando más denostado está el empleo y más necesario sería el sentimiento colectivo, la unión y organización como mejor defensa individual y colectiva, cientos de miles de personas trabajadoras van encerrándose en sí mismas y callando sus protestas. Mujeres, en su mayoría, las que han vuelto a casa para conciliar. Porque la conciliación no ha cambiado su rostro, y es de mujer.
No podemos permitir que la pandemia nos separe y nos silencie
No podemos permitir que la pandemia, además de todas las vidas que se ha llevado, de todo el bienestar social que ha socavado, nos separe y nos silencie.
En USO intentamos adaptarnos a estos tiempos, llegar a todos los trabajadores por los medios que traspasan paredes: la constante actualización de medidas legales en la web, herramientas digitales, redes sociales, boletines… facilitar las consultas, poner toda la información al servicio de la ciudadanía. Hacer sindicalismo pegado a cada centro de trabajo, a cada persona, junto a un trabajo más tecnológico, que es lo que nos ha tocado.
Sí, hoy podemos volver a las calles. Juntarnos un buen puñado de personas para revivir el espíritu del 1º de Mayo. Para denunciar y reivindicar que por el trabajo decente debe pasar cualquier solución. Soñando con mayo de 2022.
Pero este 1º de Mayo también queremos pedirles a los trabajadores, a los que están en activo o lo estaban durante el estado de alarma, que no se olviden de las enseñanzas del covid: de lo necesarios, imprescindibles, que fueron los delegados de Prevención. De cómo, por primera vez, la salud laboral tuvo un papel estelar en los centros de trabajo. Esos delegados que velaron por la salud de todos nuestros esenciales, de quienes tuvieron que seguir dando el callo de forma presencial, solo son posibles con sindicalismo.
Ni de los servicios jurídicos, que han echado humo y cosechando miles de buenas sentencias, innumerables consultas laborales cuando muchos teléfonos no se atendían. Saber que muchos miles de compañeros están ahí contigo, para lo que venga. Con derechos, con más derechos, pero reclamando los que ya tenemos.
El 1º de mayo, haz USO de tus derechos.