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En Inglaterra, en el siglo XIX, los trabajadores del sector textil se unieron para destruir a las máquinas, dando lugar al movimiento ludita o ludismo.

En la actualidad, los avances tecnológicos en robótica, Internet y las telecomunicaciones están, al igual que entonces, transformando el mundo laboral de arriba a abajo. Puestos de trabajo de todo tipo están siendo eliminados a un ritmo vertiginoso, y muchos trabajadores están siendo sustituidos por máquinas… o quizá no. ¿Y si el enemigo a batir no es la automatización?

Históricamente, el progreso tecnológico, pese a destruir puestos de trabajo, ha creado nuevos empleos mucho más cualificados y de mayor valor añadido, sin contar todos los que aún no existen ni podemos vislumbrar.

Las máquinas se ocupan de las tareas monótonas, mecánicas, repetitivas, sucias y peligrosas, dejando para las personas tareas que requieren de emociones, creatividad y talento, mucho talento.

En definitiva, las máquinas permiten a las personas mejorar las habilidades puramente humanas y liberarlas de trabajos rutinarios carentes de sentido, por lo que la calidad de vida y la satisfacción irá en aumento. Aquellos que se adapten, lograrán sobrevivir.

Las personas que se den cuenta a tiempo y se pongan manos a la obra, tendrán un pasaporte hacia el éxito profesional. Creatividad, flexibilidad, learnability, marca personal, cooperación, etcétera, son algunos de los ingredientes necesarios, y deberás trabajarlos si no quieres quedarte fuera de la partida.

Aprender y desaprender son fundamentales para adaptarse y anticiparse a los cambios. Si piensas a corto plazo, no llegarás muy lejos. Pero, y es aquí donde está el quid de la cuestión, en un mundo global donde muchas personas se dediquen a lo mismo que tú, deberás poner mucha pasión en lo que haces y tener muy claro tu propósito, tu legado; de lo contrario, no vas a ser sustituido por una máquina, ¡sino por una persona con más compromiso y entusiasmo que tú! Son malos tiempos para trabajadores estándar y sin propósito. Así de claro y de tajante.

Muchas personas trabajan porque “no les queda más remedio”, de “lo que sea”, para “ir tirando”, todo por la supervivencia económica, desviviéndose en trabajos que no aman, en los que no pueden desarrollarse como personas ni como profesionales.

Para este tipo de personas, su enemigo no es una máquina, un robot o un software, sino una persona con más pasión por lo que hace, una situación que, de una vez por todas, hay que revertir para erradicar la depresión, el estrés y la ansiedad, las enfermedades y las causas de baja más frecuentes en nuestro mercado laboral.

En definitiva, y visto lo visto, el reto de esta era tecnológica recién estrenada consiste en ponernos en valor haciendo cosas que una máquina no pueda hacer aún, aquellas relacionadas con el talento, la creatividad y las emociones, que son las que nos hacen aún más humanos, pero también consiste en dotar de sentido a aquello que hacemos, buscando el propósito, y dejar un legado que haga del mundo un lugar mejor al que nos encontramos.

Luis Alberto Santos

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